jueves, 21 de enero de 2010


Aquí estoy un día de mucho calor, llevo horas en esta habitación. Las películas han finalizado. No que más que hacer. El rímel pesa en mis ojos. Estos que reviven con un poco de maquillaje; estos que nadie cree que son naturales. No me encrespo las pestañas son mías.  Ellas cuentan una historia. Historias que lamentablemente son esclavas del tiempo.


                

lunes, 11 de enero de 2010


Son las 14:33 pm, afuera llueve torrencialmente, me recordó mi último cumpleaños. Una noche de cumpleaños húmeda. Aquí como ya es de costumbre ha salido el sol, aunque esta vez con un poquito de nubes… Me recuesto. Miro el techo. Que divertido lo que puedo hacer con un poco de imaginación. No me encuentro en mi habitación; no puedo ver esos maléficos cuadros que son mi puerta de entrada al sombrero. Quiero ver al Sr. Mandarín. Necesito una mandarinita bien heladita.



Miro mi página, discuto con esas satánicas imágenes objeto de análisis psicológicos de los visitantes. Les digo:”Vamos. Necesito entrar al sombrero. Solo quiero que me expliquen qué es esto que hace unos días atrás salía de mis ojos y tiene el sabor del mar. “


Hoy quiero desaparecer. Lo hago. Me pierdo entre estúpidas frases, citas; es decir “frasecitas” que no tienen significancia para mí. Qué me importa porque las preferencias en salud, que tiene un grupo de gente, que no ha sabido defender a su madre de los nuevos conquistadores.


La felicidad momentánea hace un par de horas salió presurosamente por la ventana; se fue cuando apreté cerrar sesión. No en realidad cuando dije adiós. O cuando vi que ya no era igual. Cuando no me quise comer la ultima empanada de queso, cuando me tome una cerveza en la colina. La verdad no tengo idea en que volátil segundo se escapo la felicidad. Estoy tan acostumbrada a ver correr mis sentimientos. No me extraña que mañana la encuentra en los ojos de una persona.

Ahora me pongo a pensar en los putos momentos, en los cuales estoy en un lugar lleno de gente cool, donde todos sonríen y parecen no desear nada más que beber. Gritar. Comer. En cambio yo quería besar. Esos momentos creo que son en los cuales me siento más sola que no sé. ¿Qué esta solo? Creo que no hay ni un objeto que este solo. Siempre existe la compañía perfecta para cada cual. ¿Y la mía donde está?


Bueno. Pensando en la absurda existencia del conejo y la cadena alimenticia. Pensando en un “aweonao” gato que corre delante de un auto arrancando. Creo que a una piedra solo le basta sentir una vez un lugar, para saber que quiere estas ahí por siempre. A mí también. Me basta sentir una vez para saber que hay tactos. Miradas. Aromas. Delicadezas. Locura. Sonrisas. “cosas” que quiero continuar disfrutando.


En unos lentos segundos más subiré a mi habitación y moriré segundos en el sombrero. Cuando despierte espero ver el color. Pero ese color que se esconde bajo un montón de cobijas de un motel en pleno centro de una stresante ciudad; color que producía una sonrisa. Esa sonrisa que invitaba a los labios de una pequeña criatura verde a sonreír.


Pero ¿qué pasa?... por qué la habitación se ha iluminado de violeta.